PRÓLOGO
En medio de mi habitual docencia e investigación universitarias, rodeado de libros, apuntes y citas de eximios filólogos, historiadores y críticos literarios, esta mañana me ha sorprendido la vida rompiendo su rutina: la petición de un prólogo para un ramo de poemas que han puesto en mi mano con el título Del tiempo y la palabra. Ha sido un salto al vacío: el alma de un poeta, hombre joven pero maduro, se ha aparecido entre las espectantes miradas críticas de mis jóvenes alumnos universitarios.
En verdad que, aunque cansado, me ha sido difícil negar mi insignificante aportación; sólo hubiera deseado tiempo y tranquilidad para mejor sentir la PAZ que tanto busca su poeta, y mejor vivir las inquietudes que muestra el archenero Jesús Pablo Guillamón Enríquez. Me hubiera recreado placenteramente en los versos maduros, pero asombrosamente inquietos y jóvenes, de este poeta de 59 años. Poeta alabado por la crítica y el gusto cuando, ya en 1999, publicó su primer libro, Diario de un atardecer. Pero el tiempo impone sus ritmos; y estas son mis sencillas pero sentidas y breves impresiones ante el libro que se me entrega.
Siempre me quedará el pesar de que poeta y libro merecían más: es la desesperanza, como diría muestro poeta. Me anima el pensar en la esperanza que Guillamón Enríquez tanto busca en sus versos. Me anima el saber que otros, sosegadamente, leerán sus versos y le harán la merecida, cabal crítica.
Para Jesús Pablo Guillamón Enríquez escribir poesía es no sólo fascinante en estos extraños tiempos, para algunos exagerados plagados de miseria. Para Guillamón Enríquez es más escribir: una necesidad espiritual, vital y, por ello, sus versos y su lenguaje resultan comulativos; nos parece que el poeta piensa una cosa, dice
una cosa y puede que diga quién sabe cuanto más con aquellas mismas palabras. Es un placer, por tanto, recrear Del tiempo y la palabra.
El título es alusivo y elocuente porque "al principio era la Palabra", y la Palabra permanece en el tiempo que asombrándonos se nos escapa. Un título que dice mucho de cómo concibe nuestro autor la poesía, y puede que la vida aunque sólo conozco al poeta por su obra. Obra que pregona directamente el establecimiento de
una poética lúcida y consistente, cargada como las vidas mismas que se mueven con y en el tiempo. Tras leer estas páginas, tengo la sensación de que vivo una vida más intensa. He conocido en él las coherencias e incoherencias habituales de la vida humana, expuestas tras años de reflexión y experiencia literaria. El poeta es testigo, somos testigos, de un mundo que vertiginosamente cambia por fuera, pero sin romper los moldes de una concepción de vida y de poesía muy tradicionales. De esta forma he entendido el libro: como resultado del enfrentamiento casi cotidiano con la vida, debatiéndose lo eterno y lo nuevo, triunfando en cada instante una concepción u otra que, al fin y al cabo, viene a resultar lo mismo. Estos versos son la Palabra, en el tiempo, con el tiempo, a través del tiempo. La Palabra en contacto con lo mentalmente institucionalizado en la mente del poeta. Y la Palabra, sus palabras, son un sincero manifiesto de concebir la vida, sintiendo de forma tradicional sin romper con el tiempo presente vigente. Poesía, la de este libro, que muchas veces se proclama crepuscular, sentimental y, a veces, confusa, como la mente del tiempo en que escribe. Pero poesía, la que aunque creyendo que es institucional, personalmente la encuentro muy atrevida, hasta osada en muchas ocasiones. Como es la vida misma.
El libro me ha sorprendido, como me sorprendió el autor, con el que apenas si he cruzado palabras durante algunos minutos, porque conscientemente, se siente comprometido. Y es curioso, con lo tradicional, las siempre recordadas fiestas de su pueblo, es capaz de unir los sentimientos que le depara la más rabiosa
actualidad: una mirada en un bar de noche o las posibilidades poéticas y humanas que ofrece un billete de mil euros.
El tipo de lenguaje con el que aparecen sus ideas es un ropaje común, tradicional o revolucionario. Con su lenguaje Guillamón Enríquez objetiva la vida del recuerdo y la vida actual en sus momentos de crisis; ofrece al mismo tiempo la vida de lo obvio: el sueño, el recuerdo, la realidad; al tiempo que implica esa vida con esquemas mentales sumamente elevados: esperanza, desesperanza, religiosidad y hasta implicaciones trágicas, dramáticas.
En ciertos momentos algunas páginas me han llamado la atención: aparecen llenas de lo que ahora se denomina neocontenido: una visión múltiple, cruzada, de permanencia y al mismo tiempo, de descomposición de ideas en un tiempo acelerado. Y algo muy de destacar: implica al lector, sin llamarlo, en un trabajo de integración y de referencia a la propia existencia. Es auténtica neocomunicación. El lector, antes de ser viciado con palabras, con ritmos, es tratado como adulto, y es en este contexto en donde hay que ubicar las
ambigüedades espirituales y semánticas, la simbología la búsqueda incansable por encontrarse de dos formas de vida. El poeta ejerce de soberano mezclando a su arbitrio realismo e idealismo, coherencia incoherencia y sueño, liberando datos y sentimientos del fondo del olvido para evitar que se destruyan y enlazándolos
con los dramáticos en ocasiones tiempos actuales.
Guillamón Enríquez tiene un propio, personal, concepto de la vida, de la palabra, del tiempo. Y lo ha plasmado en versos a su manera, pensando, demostrando que el secreto de las conciencias sólo puede revelarse en el milagro musical de las palabras; que la suprema belleza de las palabras sólo se revela en la plasmación de la vida, que con las ondas musicales de los versos se refuerzan las palabras y las ideas, que la emoción se concita en las palabras poéticas que expresan un concierto de sentimientos.
Mas fijándonos más concretamente en el libro Del tiempo y la palabra parece que podemos concretar unos tonos, unas modulaciones. Encontramos un grupo de poemas, que muchos llamarán tradicionales, o costumbristas atreviéndome a traducir el hondo sentido que, el poeta quiere expresar; desea decirnos que sólo podemos comprender aquello que tiene sus larvas en nuestra conciencia y que va con nosotros desde que nacemos hasta que morimos; y con sus palabras hechas versos las despierta concediéndoles renovadas, enérgicas alas de vida. A este grupo pertenecen las siguientes composiciones: “Añoranzas” donde brotan los recuerdos de su Archena y de sus para él inolvidables fiestas del Corpus y de la Virgen de la Salud; “A Vicente Medina”, soñando con la “vuelta” del gran poeta a su rincón archenero; “Mi pueblo”, en donde entre
arrullos de agua del Segura, en sus regatos, se asoma Ricote, Archena, El Ope, la Acequia de Alguazas; y “A orillas del Segura” una bella simulación de época y paisaje. Son todos ellos poemas en los que brotan los recuerdos, haciendo salir del arcón y de los “bancales”, “zagales” con “zaragüelles” que se mueven en el “sueño bajo la higuera” al arruyo del agua del río en los cañaverales y con el rumor de las palmeras. Aunque rezuma amor, haciéndose su alma archenera palabra en idílicas visiones y entrañables recuerdos, el poeta, con su amor, queda insatisfecho: “No es posible encerrar entre líneas lo que contiene mi pueblo”.
Un segundo grupo de composiciones es de sorprendente tono existencíalista. En ellas se ahoga la esperanza, resucita la desesperanza, hace presencia la angustia de vivir y el deseo de permanecer; en ellos el poeta “quiere infundir un poco de luz en el entorno oscuro e inestable que nos rodea”. Yo pienso más bien que es su necesidad de manifestarse lo que le hace escribir; sí, luego, va a los demás, mucho mejor; pero es un puro y muy personal desahogo. En este grupo encontramos poemas hondos, severos, muy meditados,..., de un hombre que dice sentirse decadente y muestra una lírica energía casi juvenil. Aquí englobo poemas como “Noche sin sueño”, en donde el poeta, existencialista, sólo le queda Dios como esperanza; en “Todo se me escapa” anhela nuestro hombre hacer y conseguir mas de lo que ha logrado para no sentirse con las manos vacías; enlazado con la más pura vena literaria aparece “Del tiempo” en donde el otoño de la vida del hombre se une al otoño de la naturaleza: ni el árbol ni el hombre han podido resistir al paso del tiempo. En “Esa luz de los secretos”, desesperanzado poema, se manifiesta el hermoso pero inalcanzable anhelo del hombre: lograr lo sublime por un alma inquieta, turbada. En "Soñador" el poeta va en busca de la Belleza, pero todo se le esfuma: soledad del hombre que demanda consuelo: “Señor, dáme luz”.
Un tercer grupo de composiciones podemos encasillarlo, sí es que la poesía es encasillable, como, moral, pleno de íntima reflexión. "Honor de la Palabra" es un grito a la PAZ, la palabra que necesita el mundo: amor en la Palabra, poesía en la Palabra, el amor vencerá al odio, la valentía al miedo, lo solidario al egoísmo, lo honrado, a lo ruín, la esperanza al desaliento; es la línea noble que se mantendrá en "Volverá la paz"; y, aún en el mismo sendero, se encuentra "En busca de la paz interior" en donde el poeta huye de la soledad buscando la paz consigo mismo, con el amigo, con el mundo: búsqueda de la Paz que el poeta líricamente encuentra a la orilla del mar en una noche de agosto. Precisamente con el mar, eterna fuente de inspiración, el mar que todo lo da y todo lo quita en un momento, enlaza Guillamón Enríquez unos poemas sentimentales, eróticos, sensuales: "Amor desenfrenado", ardoroso y tumultuoso ayuntamiento de una pareja "Turbulencia", en donde asistimos, a un radiante amanecer tras una enfebrecida noche de amor; "Los cuatro enamorados", en el que el poeta une el amor de la pareja bajo un árbol sobre el que aman dos jilgueros.
En un grupo de poemas, súbitamente el poeta quiebra su poesía y se adentro en un mundo sentimental de absoluta modernidad: "El bar de las luces de neón", encuentro con los “ojos prostituidos’’ de una mujer; Era de noche, como una secuencia del anterior; y "A un billete de mil euros" con el que tanto se puede comprar, desde unas horas de amor hasta el de la solidaridad. Se me ocurre aconsejar, aunque a un poeta no es bueno orientarle, que es un hermoso camino moderno en el que sabe magistralmente desenvolverse; se nos presenta como un hombre de cincuenta y nueve años joven, ilusionado, moderno... "María de Nazaret" se nos presenta aislado, aunque es verdad que todo el libro rezuma religiosidad: está dedicado a la Virgen de la Amargura de Lorca, en la celebración de su cincuenta aniversario; el poeta nos ofrece a María mujer, Virgen, Madre.
Dentro de un último grupo, que podíamos llamar “familiares”, aparecen "A pilar, en la desaparición de una joven" y "Lunita", emocionada despedida en la primera y dramático llanto por la trágica muerte de la niña en la segunda. En este grupo surge, emocionado, el poeta celebrando el amor de su hija y de Raúl: es "Amor nuevo". Como homenaje a un poeta desaparecido, otro poeta, Guillamón Enríquez, su sobrino, ofrece unos ejemplos del brillante hacer de un escritor al que desconocemos.
Debemos hacer alto en nuestro camino. Y afirmar que Jesús Pablo Guillamón Enríquez, paisano de Vicente Medina, Funcionario de la Administración poeta laureado ya por la crítica por su primer libro, Diario de un atardecer, saca a la luz, desde su alma y su pensamiento, un hermoso libro que ofrece a “sus compañeros’’,
“los poetas del casino”, y “A todos los poetas anónimos que nunca dieron a conocer sus versos”. En ellos late la inquietud, el desasosiego, la desesperanza y la esperanza, la fe, el amor humano, la amistad a sus compañeros, y la entrañable unión con su familia y con la Humanidad... Y todo ello en versos nobles y solemnes, exponiendo su pensamiento y sentimientos con hermosas modulaciones, acercando realidad y fantasía, tejiendo sobre su mundo un juego de metáforas siempre vivas. Libro, el que tenemos entre las manos, del lento sosiego y de la sensibilidad exquisita de un poeta que capta la voluntad del lector.
Joaquín Hernández Serna
Catedrático de la Universidad de Murcia
AÑORANZAS
Cuando se acercan las fi estas del Corpus
y Virgen de la Salud de Archena,
me invade la nostalgia.
Aunque frecuento poco los actos
no puedo evitar
que me abrumen los recuerdos
de cuando era pequeño,
he grabado en la memoria
algunas de sus escenas:
Ya viene mi Virgencica
al pueblo de romería,
ya se inunda de perfume el jardín de Villarrías.
A su paso le tienden mantos de fl ores
que en nuestra tierra son las mejores.
Entre azahar de naranjos y limoneros
le cantan sus canciones los archeneros.
Al llegar a la iglesia la salve entonan
y la llevan tan dentro que se emocionan.
De baladre y juncos llenan las calles
en honor del Corpus que es gran detalle.
Que gran algarabía en las fi estas de Archena
con su feria de caballitos y su verbena.
Enorme lluvia de papelillos
cubre las cabezas de los chiquillos.
Ayer salió un toro tirando tracas
hoy en la plaza torean vacas.
En la calle de San Juan venden turrones
y en nuestra huerta albaricoques como melones,
pues tiene Archena una huerta la más hermosa
desde el Pago del Ramel hasta la Anchosa.
Hay carreras de cintas, de sacos y gran cucaña,
pa´divertir a las chicas más guapas de toda España.
Y en el último día, Cañete tira un gran castillo,
que nos sabe a poco, porque las fi estas se nos han ido.
Todo esto y mucho más son las fi estas de Archena,
que pasados los años las recuerdo
para encontrarme con el sabor de la tierra,
de un pueblo alegre y profundo,
veraz y auténtico,
como hay pocos por el mundo.
A VICENTE MEDINA
(Reivindicando sus restos)
Yo vivía de pequeño
muy cerquica de tu casa
la humilde casa de Archena
donde ha tiempo naciste,
aún lo recuerda una placa
en la placeta del príncipe.
Cuando paso ante ella y la leo,
me acude siempre una duda,
pues la lápida de tu cuna
está colgada entre dos casas.
En cuál de ellas naciste?
Quizá las dos fueron una,
donde estará aquel cuartico,
en que tu madre mecía la cuna?
Y de tu casa a tu otra cuna,
donde reposan tus huesos,
donde descansa tu genio,
en Rosario?, tan lejos!
Por qué no están entre los tuyos,
por qué no estarán en tu pueblo?,
que un descanso digno y leve,
se merece un poeta archenero.
Cómo tú mismo quisiste:
“pa´cuando en mi horica me llame la tierra,
guárdame un roalico”, en ella.
Te fuiste con una murria dentro,
pensando en las miserias que dejaste,
llevaste tu reseca tierra, mar adentro,
y por la laëra sin una matuja, te marchaste.
Vuelve con nosotros, Vicentico,
vuelve como el zagalico
a saltar por los brazales
a rondar a las mozas por la huerta,
como hacían antaño los zagales.
Hora es que descanses en tu huerta
entre sarmientos y cepas, sin un grano d´uva,
en ese roalico, cubierto de espigas,
como en tu “Cansera”,
pa´nunca espertarte.
MI PUEBLO
En un bello rincón
del Valle de Ricote
como dormido entre cañaverales
asomado al espejo luminoso
de las aguas del Segura,
se encuentra Archena.
Tímidamente desde El Ope,
esa montaña mágica que lo vigila,
sus casas, se van acercando al río
en busca de sus caricias.
Al amanecer el pueblo se mueve,
susurra, canta, se despierta.
Las campanas de la torre le acarician
con sus dilatadas vibraciones,
mezclándose con las canciones
que los huertanos entonan
en sus faenas agrícolas.
Al acercarte a mi pueblo
te encuentras con el Castillo de Fontes,
desde cuya atalaya
contemplas el puente de hierro
con sus altas barandas
y sus tres grandes ojos
por donde discurren,
aquí todavía limpias,
las aguas del Segura
que un poco más abajo
descansan remansadas
en la presa de la acequia de Alguazas.
A la derecha, se divisan unas montañas grises,
donde se oculta el Balneario,
como si quisiera protegerse
de miradas indiscretas.
A la izquierda está el Cabecico BU,
con forma de cono perfecto,
que hizo escribir a nuestro poeta
Vicente Medina que parecía,
“un montoncico de trigo”.
Este alegre y hermoso pueblo,
hoy día repleto de casas y asfalto,
discurre entre pinos y umbrías
por la vereda del río,
camino del Balneario,
lugar apacible y bello,
cita obligada de salud y descanso,
balcón colgado entre la montaña y el río,
bellísimo, inimitable, sereno.
No es posible encerrar entre líneas,
lo que contiene mi pueblo,
es preciso que abráis bien los ojos
y os acerquéis a verlo.
A ORILLAS DEL SEGURA
He visto un río simulado
un río güertano verde y fresco
bordeado de azaleas y claveles
de güertanos y güertanas inundado.
Lo he visto serpear ladera abajo
con sus márgenes pintadas de laureles
rematando caballones los zagales
las hermosas güertanas con refajo
brincando por la hierba en los bancales.
En el palmeral que sigue la vereda
donde el río se convierte en un regato,
se estaban arrullando bajo la palmera
un güertano de montera
y güertana de refajo.
El olor de azahar que inundaba la vereda
perfumó aquel amor que a penas pergeñaba,
la morera fresca y el gusano de seda
gozaban del amor que al primer rayo de luz,
desperezaba.
Los pájaros repostaban agua en el regato
la moza barría y cantaba en la barraca
el abuelo blandía sus huesos en la hamaca
el mozo destripaba el terruño en el arado.
Ay!, orillas del Segura
era aquel río verde y fresco,
¿o lo he soñado,
durmiendo debajo de la higuera?
Inundado de vergeles y de amores
de olorosas azucenas embriagado
con el agua saltando en los brazales,
de jazmín y de néctar coronado.
Y el amor palpitando en sus rincones
tropezando en las peñas cuesta abajo
deseando que tu agua a borbotones
nos inunde, nos arrastre en el ribazo.
DEL TIEMPO
Es otoño,
poco a poco se deshojan los árboles
que inundan mi puerta,
el viento lame las heridas de los troncos
y cicatriza lentamente la piel de su corteza,
las flores lila se desprenden por completo
y alfombran presurosas las aceras,
y amontonándose entre ellas,
se resisten a ser arrastradas por el viento.
Las piso, ¡que pena!,
¡que lilas tan bellas!,
llenas de estupor
se arremolinan entre ellas,
aprieto el paso, las esquivo,
resbalo y caigo lleno de estupor, al suelo.
Se arrastra igual que nosotras,
dicen ellas.
Vuelvo al otoño que dejé incompleto,
vuelvo la cabeza para mirar el tiempo,
ese tiempo, inseparable amigo
que detesto,
ese tiempo nublado, color de azufre,
gris, rosáceo, naranja.
Ese tiempo que no me pide permiso
para robar mis sueños,
que se desliza en mi alcoba
y me roba los minutos de placer,
de besos y de encuentros.
¡Ay! ese tiempo que lame las heridas,
que borra o aviva los recuerdos,
y, según le place,
te derrumba o te hace viejo.
¡Ah! mi árbol que era nuevo
no ha resistido el tiempo,
era una llama esplendorosa y ondulante
que enseñaba sus raíces vivas al aire
y con sus ramas desafi aba al cielo,
pero el viento lo ha vencido,
lo ha desgajado,
vino el tiempo y lo hizo trizas
y esparció por el suelo sus cenizas.
EN HONOR DE LA PALABRA
El fonema, el lexema, el morfema
el acento, el tono, la cantidad
la rima, la pausa, el encabalgamiento
la letra, la sílaba, el verso,
la estrofa, el poema,
el hermoso don de la Palabra.
La expresión gutural más acabada
las cuerdas de la guitarra perfecta
la vía necesaria para entenderse,
para amarse,
también para odiarse,
la vía imprescindible
para la reconciliación.
No hay vida sin la palabra
no hay amor sin la palabra
no hay poeta sin la palabra
no hay esperanza sin la palabra.
Que callen las armas
y resuenen las palabras
que se apague el fuego de la guerra
y se encienda la palabra.
Que el rugido de los tanques
no ahogue en sangre la palabra
que el cañón no entierre la palabra
que no dinamite la esperanza
que la palabra ahogue
el ruido del tambor.
Con las cálidas notas
de su guitarra sonora
marcando su ritmo y su compás
con su místico poder
con su música verbal
con su fuerza y su atracción
que venza la palabra, PAZ.
Paz en medio de la guerra
paz en nombre del amor
paz es la palabra que da fuerza
la palabra cálida y suave del dolor
la palabra fi rme y enérgica
la palabra que infunde valor,
aún espero sin desmayo en la palabra
aún espero su aliento y su calor
aún espero de unos labios frágiles
oír con fuerza “la Palabra”.
VOLVERÁ LA PAZ
¿Volverá la paz?
¿Volverá siquiera, a sonreír
la eterna primavera?
Volverán las estrellas a brillar,
en el oscuro cielo de Afganistán?
Volverán la luz y el movimiento
a bañar el halo polvoriento
de los resecos pedregales?
Los alegres juegos de los niños
sus risas y sus llantos
se volverán cantos celestiales?
Volverán las rosas a exhalar
su último aroma
antes de caer la noche
en las míseras encrucijadas?
Sí, y subiremos juntos
a las altas cumbres del país remoto
a respirar el aire profundo,
y las estrellas fugaces
se acercarán jugando hasta nosotros
para que podamos tocarlas con las manos.
Y un día, sin darnos cuenta
el amor habrá vencido al odio
la valentía al miedo
lo solidario a lo egoísta
lo honrado a lo ruin y miserable
lo entregado a lo neutro
la esperanza al desaliento.
Y bajaremos cogidos de las manos,
unidos, renovados
para darnos juntos
el abrazo del amor fraterno.
Y ese día será la nueva era
ese día volverá la paz por primavera.
AMOR DESENFRENADO
Tendidos sobre la verde hierba
que se deslizaba mohosa
hacia las húmedas grietas
del acantilado,
los dos enamorados
entretejían la improvisada cabaña
de sus juegos amorosos.
Entrelazaban las ramas caídas
de los verdes árboles,
la hierba mojada,
la tierra húmeda esparcida
entre las hojas del vencido laurel
arrastrado por el viento hasta la orilla,
ocultando tras él,
su amor desenfrenado.
Entrelazados sus cuerpos,
enredados como un nudo en la garganta,
suspiraban y se amaban,
casi sin cesar, se amaban.
Se revolcaban sin miedo por el verde prado,
rodaban peligrosamente hacia la orilla
sobre la hierba húmeda y resbaladiza,
robando los últimos rayos del ocaso.
Derramando a chorros, su amor apasionado,
en el surco infi nito de sus labios.
Se oyeron gritos desgarrados de placer,
sus cuerpos indisolublemente unidos
cortaron una brecha en el vacío.
El duro lecho de las rocas,
les dio su abrazo enamorado,
y un suspiro profundo de las olas,
selló para siempre su amor desenfrenado.
DESPEDIDA
Son las nueve de la noche
de un día desapacible del mes de marzo,
hace una noche fría
el cielo está encapotado
y húmedo el ambiente,
caen sobre la tierra
lágrimas débiles,
entre un viento fuerte.
Caminamos lentamente
a despedir a una madre vieja
que vive en un barrio murciano.
Llegamos con los rostros fríos,
las ropas mojadas,
y pensando en la ingratitud de la vida,
nos envuelve un velo de tristeza.
La saludamos con un fuerte abrazo,
para infundirle ánimos
pero el ambiente es triste.
Se queja de la soledad que la rodea
teniendo los hijos tan cerca,
pero está resignada a vivir
con personas de su edad, aún desconocidas.
Trascurre la velada, y ya tarde,
llega el hijo con su esposa,
la hija está de viaje muy lejos,
hemos notado la ausencia de los nietos.
Suenan besos de despedida,
el matrimonio se aleja,
unas lágrimas se deslizan por su mejilla,
un elocuente silencio nos rodea,
fuera se oía el llanto de la lluvia,
casi silenciosa.
Un taxi espera en la puerta
ha llegado el momento de la partida
le ayudamos a bajar la maleta
y a ella misma,
pues parece que esta noche
le pesan más los años.
Sube al coche con esfuerzo,
un beso de despedida
en la oscuridad de la noche,
y una madre vieja
camina sola hacia su destino.
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